El pasado viernes, Yevgueni Prigozhin, oligarca ruso y líder del Grupo Wagner, anunció su venganza contra el ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, tras la muerte de varios de sus soldados en un ataque ruso. Las tropas de Wagner han regresado a Rusia, dejando sus posiciones en Ucrania donde estaban siendo pagados para invadir el país.
Nombrados en honor al musico favorito de Adolf Hitler, el Grupo Wagner es un ejercito de mercenarios, contratado varias veces por el gobierno de Vladimir Putin. Un ejercito privado, el sueño de los libertarios actuales, una fuerza pagada que no responde al Estado, que le quita de hecho su monopolio sobre uso legal de la violencia. Monopolio cedido por el mismo régimen de Vladimir Putin a su chef, un oligarca dueño de restaurantes y empresas de catering, Yevgueni Prigozhin, y demás oligarcas que financian a esta organización, creando un ejercito paralelo del cual el estado ruso no sea directamente responsable.
- Véase También: La Rusia de Vladimir Putin
Una necesidad de la burguesía rusa ante la histórica falta de apoyo por parte de los pueblos de Rusia a cualquier guerra que no trate de defender la nación o luchar contra el fascismo. Los mercenarios fueron la solución, gente sobre la que no se tiene responsabilidad por sus vidas y acciones abusivas y contrarias a los derechos humanos. Así es como participaron en las guerras como la del Donbás antes que Rusia iniciara la invasión de 2022 y la de Siria, mientras en los medios públicos se denunciaba la injerencia del imperialismo yanqui. Demostrando la magnitud de su labor con docenas de mineros asesinados en Sudán, sin que el Estado Ruso sea responsabilizado.
- Véase También: Ucrania: Otra Guerra Imperialista
El problema que no quiso ver Putin y su camarilla es que se trata de personas que no tienen fidelidad a ninguna nación, cuya principal razón de matar es la ganancia. A diferencia de los militares, ellos no son adoctrinados en el “amor a la patria”, en “no ser deliberantes" y en la obediencia absoluta. Aunque tengan una posición de ultraderecha, exaltando su patria, odiando las demás y amantes del derramamiento de sangre; al final, no son más que una empresa cuyos empleados responden a su jefe, el que les paga, no a las ordenes de las autoridades militares.
Hoy, Prigozhin se subleva e inicia un alzamiento, su ejercito privado sigue sus instrucciones, marchando con él hasta Moscú para imponer sus órdenes a la cúpula militar. Rusia enfrenta una guerra interna por culpa de sus líderes que alimentaron a estas milicias para seguir con sus aventuras imperialistas, aceptaron que consideren matar un negocio, permitieron (igual como Ucrania con Azov) que estén fuera del mando de las Fuerzas Armadas, alentaron sus ideales fascistas, y ahora reciben las consecuencias.
Rusia no es la única potencia imperialista que usa mercenarios, Guaidó y Estados Unidos contrataron a Silvercorp para derrocar a Nicolas Maduro, Blackwater combatió en la guerra de Afganistán e Irak por los Estados Unidos. Esta es la realidad que tenemos en el capitalismo, donde el negocio de la guerra se expande a todo lo que implica. Contrato de personal, venta de armas, extracción de recursos, tomarse el poder etc, todo tiene un precio y una ganancia, regresando a un tiempo donde la lealtad de las tropas era hacia señores feudales y no estados-nación, como se supone que es con el capitalismo, pero que cada vez resulta más difícil de hacer creer ante una clase trabajadora más educada y mas consciente.
Los capitalistas dejan cada vez de guardar las apariencia, y ahora cada rico busca montar su empresa de "seguridad" o su grupo de mercenarios, grupos que se encuentran allí como un peligro para la ya débil democracia. Sujetos que tienen el suficiente dinero y poder para amenazar a un gobierno, para implantar su dictadura con sus mercenarios, para llevar al capitalismo a su momento más putrefacto, a un régimen en donde la violencia sea lo que domine, donde no exista el estado de derecho, el fascismo.
- Véase También: ¿Para qué son los Ejércitos?
- Véase También: Porte de Armas: Solución para Pocos
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