Bashar Al Assad ha caído, el último dictador baazista que quedaba ha abandonado Damasco rumbo a Moscú mientras fuerzas rebeldes se han tomado la capital siria. El régimen que sobrevivió a la Primavera Árabe, al ascenso de Estado Islámico, hoy se extinguió tras 14 años de guerra. Los imperialismos occidentales proclaman la llegada de la democracia a Siria, mismo cuento ya dicho en Irak y Libia cuando cayeron sus dictadores.
El baazismo, una ideología
nacionalista árabe con cortes progresistas, no dudó en usar la fuerza para
reprimir la oposición. La dictadura se estableció liderada por la dinastía
Assad, con elecciones manipuladas y todo para mantener el aire de República.
Producto de ello el pueblo se alzó en el 2010, hecho aprovechado por Estados
Unidos y el resto de las potencias para tomarse más territorio de Oriente
Próximo.
Estados Unidos, desinteresado de
que pueda suceder después dejó pasar que en la coalición de fuerzas opositoras
al régimen estuviesen fuerzas yihadistas y extremistas islámicas. Estado Islámico
y el Frente Al-Nusra fueron las que más han destacado, extendiendo su control
por el territorio sirio.
Estado Islámico cayó, pero quedo
el Frente Al-Nusra, hoy Hayat Tahrir al-Sham (HTS), que formo su propio
gobierno alternativo en el norte de Siria, cobijado por el régimen turco. Este
grupo se trata de una facción de Al Qaeda, la responsable de los ataques del 11
de septiembre. Liderados por Abu Mohammad al-Golani, la organización está
dentro de las listas de organizaciones terroristas de Estados Unidos, Reino
Unido y el resto de las potencias occidentales. Pese a ello, para los
imperialistas, en 23 años se han convertido en libertadores.
La guerra en Siria no ha acabado,
sin un gobierno efectivo, la entidad sionista despliega sus fuerzas desde los
Altos del Golán, territorio sirio ocupado, y avanza más allá de la línea del
armisticio. Bombardea los restos de la infraestructura militar de la extinta
República Árabe de Siria. Netanyahu ve cada vez más cerca el sueño de la Gran
Israel, la invasión y colonización de todo entre el rio Eufrates y Nilo,
cumpliendo con su retorcida interpretación de la Biblia.
El sionismo, pese a tratarse de
colonos europeos cuyos ancestros (para una parte) vivieron en hace siglo atrás
en lo que antes era Israel, se proclaman el pueblo elegido por Dios por sobre
el resto de pueblos semitas. Una forma supremacista de concebir la historia,
útil para expulsar a los demás pueblos de sus tierras, crear una zona segura
para que las fuerzas imperialistas europeas se adueñen de las tierras árabes.
Hundido por los casos de
corrupción y la incapacidad demostrada para recuperar a los israelíes
prisioneros, Benjamín Netanyahu intenta demostrar fuerza a sus electores y a
sus aliados, invadiendo Siria, Líbano y Palestina
Pero los israelíes no son los
únicos que ansían su pedazo, la Turquía de Erdogan lleva desde 2019 invadiendo el
norte de Siria, atemorizados por la derrota de Estado Islámico frente a los
kurdos. Los kurdos son un pueblo que en sus fronteras ha sido reprimido por el
régimen turco, teniendo prisionero a Abdullah Öcalan, líder del Partido de los
Trabajadores del Kurdistán (PKK), desde 1999. Se trata de un pueblo que lucha
por su independencia tras no haber sido tomados en cuenta por las potencias
europeas cuando estas repartieron Oriente Próximo, fragmentado su territorio en
las fronteras de Turquía, Siria, Irán e Irak.
Discriminados, la guerra civil y
la caída de Estado Islámico les otorgo de facto la independencia en la región
de Rojava. Turquía vio un peligro a sus intereses por lo que invadió el país,
pasando por encima incluso de los intereses estadounidenses que apoyan a los
kurdos sirios. Con apoyo de las fuerzas rebeldes consiguieron crear un corredor
alrededor de la frontera turco-siria para alejar a las fuerzas kurdas.
Hoy, con una Siria “libre”, Turquía
y la Unión Europea comienzan a desconocer que los migrantes sirios son refugiados.
Alemania, Francia e Italia suspendieron los asilos, y en Austria buscan la
deportación forzosa. Europa deja en el abandono a más de 181.000 sirios dentro
de sus fronteras. Turquía le quita su condición de asilado, sin posibilidad de
recuperarla, a quienes regresan a Siria. En todo el continente se ha generado
un sentimiento antinmigrante, producto de los intentos de los gobiernos y la
ultraderecha de evadir sus propias responsabilidades en la crisis y de grupos
de ultraderecha islámica que amenazan a la sociedad civil, buscando sus propios
chivos expiatorios a la crisis de Medio Oriente.
En estos últimos años en Oriente
se han instaurado dos gobiernos de corte salafista, Afganistán y Siria. En
Afganistán, las promesas hechas a Donald Trump y Joe Biden por parte del
régimen talibán fueron olvidadas ni bien cayo Kabul, violentándose los derechos
de las mujeres, implantándose políticas conservadoras, lo que no importa al
imperialismo estadounidense.
Hoy en Siria se repite esta
historia. El líder de la HTS, Abu Mohamed al-Golani, promete un gobierno
moderado y se mantiene la denominación oficial de “Republica Árabe de Siria”. Los
imperialistas se hacen los convencidos, cuando lo único por lo que velan en sus
intereses. Rusia y su base militar en el Mediterráneo, Estados Unidos y su
obsesión con el petróleo, Alemania buscando gas natural, y Francia obsesiva con
mantener el pie en sus excolonias.
El imperialismo no le importa ver
a los pueblos morir, la falta de empatía de los imperialistas, arrojando a los
sirios a la dictadura islamista, al régimen de un frente de Al-Qaeda. Mintieron
cuando hablaron de democracia, solo cambiaron un tirano por otro más
conveniente, mientras el pueblo sirio le toca seguir luchando por su propia
cuenta.
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